De oca en oca…

CEZ-De-oca-en-ocaNo tenía yo pensado escribir este post, pero el gran Murphy, con su absoluta capacidad para tocar las narices me ha obligado a hacerlo (disculpad el exabrupto, pero el sector sanitario me tiene exactamente hasta el mismísimo moño)

Para poneros en antecedentes os diré que la Navidad, en venganza por decir que no me gusta, me regaló un corolario de males menores, que se han ido reenganchando a lo largo de estos siete meses. Como resultado tengo el cuerpo del revés y la cabeza como si la habitaran los Mayumama al completo, con instrumentos y todo, y así a una le quedan ganas de poco por no decir nada.

Y así empezó mi aventura con el Dotor Murphy (sí, el mismo que promulgó la famosa ley)

Primer asalto: La doctora vinagre

Llegué yo al «centro de insalud«, – entre las paredes con manchurrones de no se sabe muy bien qué, las sillas medio rotas, y la humanidad reinante, de allí no te llevas nada bueno-. En la consulta me esperaba la dicharachera y empática doctora (notese la sorna), a la que intento ver lo menos posible, y tras una breve charla en la que ni me miró me dice (o más bien me escupe):

«como ya sabes, tus migrañas son tensionales, y no te vamos a hacer una prueba para que nos diga algo que ya sabemos. Te tomas un paracetamol e intentas no estresarte»

Ah, estupendo. ¿Y no convendría que esto mismo me lo dijera, qué se yo, un neurólogo?

No. Además está dando citas para enero.

¡Qué bien, si estamos en enero!

….del 2014 (piltrafilla, le faltó decirme)

¿Mande? Para unas prisas, vamos.

¿Y de lo demás?

Pues ya te digo, que no te estreses.

¡Con un par! Debe ser la forma educada de mandarme «a tomar Fanta»

Segundo asalto: Como la falsa moneda (que de mano en mano va y ninguno se la queda)

Viendo que de allí no iba a sacar nada en claro, con las mismas desempolvé la tarjeta del seguro privado (que para eso se paga), y me fui a pedir una segunda opinión.

Llego al centro en cuestión, muy mono todo, muy sonrientes todos y oliendo a ambientador del bueno, Media hora después de mi cita, aparece por el pasillo una melena rubia al viento, entaconá, charlando y riendose como si tal cosa con su colega, – tan monísima como la primera y luciendo curva de siete meses-, seguidas por un séquito de pipiolos revoloteando con sus cuadernos en mano, fonendo al cuello y el escudo de la «uni» bordado en el bolsillo de la bata de prácticas. Lo primero que me vino a la cabeza fue: «estos han visto demasiada Anatomía de Grey», y lo segundo: «¿todo el séquito no se meterá en la consulta, verdad?»

Pues sí. Todos para adentro, como en el metro pero con mucho glamour. So cool.

Allí paso por las manos no de uno, ni dos, sino tres pipiolos, que tienen tanta idea de qué puede ser como la rubia. Ninguna. Analítica y tirando, pero lo más seguro es que sea estrés. Estrés el que me estáis creando vosotros, mirones.

A la vuelta me recibe la colega con su curbatura, ya a puntito de caramelo. Me espeta que: «no tiene ni idea de qué tengo, pero me va a hacer una ITH en condiciones» (como la ITV pero para humanos) Al menos es sincera, oye. Paso por no se cuantas maquinitas, con operarios super sonrientes -tanto que dan un poco de grima- y vuelvo a ver a mi amiga curvada. Tres horas antes de tener que personarme, una señorita super amable me dice que:

«la doctora se marcha a una revisión y posiblemente le den la baja. Si fuera tan amable de venir como que ya»

Pues va a ser como que no. Que, aunque no lo crea, tengo vida. Aburrida pero la tengo.

¿Y no puede atenderme otro médico? Total, los debo conocer a todos.

Uy, no! Imposible. Está todo completo.

Lo que es poco probable es que me vean el pelo por allí de nuevo.

Tercer asalto: Doctor a la fuga

Armandome de paciencia, me busco otra clínica donde no tenga que estar recorriendome Madrid para cada consulta, y resulte más seria que lo anterior.

Llego el día D a la hora H menos cuarto, y me pongo a leer en esa sala tan silenciosa. De repente se forma un revuelo en la entrada, y entra una enfermera toda agobiada preguntando por los pacientes del Dr. Murphy. Cierro el libro sin poder creerme que, otra vez, me vayan a suspender la consulta. Pues sí. Al hombre le llamaron del cole porque su niño se había puesto muy malito, y salio pitando para allá. Normal, que debía llevar un susto de narices, pero empezaba a estar resentida con Murphy. Que se fuera a tocarle las castañuelas a otro.

Cuarto asalto: Pito, pito, gorgorito, o un día para olvidar

Tres días después al fin pude pasar consulta, me hicieron otra tanda de pruebas (tengo la vena que parece un colador) y, cuando ya pensaba que M. me daba un respiro, el ordenador de la clínica toma vida propia y cambia todas las citas. El resultado os lo imaginais, ¿no? No tenían ni idea de quien tenía que hacerse qué, y mucho menos cuando. Ahí ya no pude más. Saqué la poca fuerza que me quedaba a esas alturas, y con la lagrimilla a punto de caer le dije que me plantaba. Que ya era bastante. Que no sin mi prueba. Como debe ser que no había tenido bastante ese día, cuando salí de allí con el ánimo a la altura de los zapatos (uno de ellos roto, por cierto), la amable señorita de la ORA me había dejado una nota de amor en el parabrisas. Concretamente de treinta amorosos euros en forma de multa. (si alguien ha sido capaz de anular una de estas multas, que me mande un tutorial para lerdos, por favor)

Quinto y último asalto, por ahora: La recompensa

Después de haber pasado por cuatro médicos, haberme quedado en paños menores delante de una panda de chavales con licencia para auscultar, hacerme tantas pruebas que las del mostrador me saludaban y sabían mi nombre, y pasar por momentos de frustración absoluta porque no mejoraba ni proponiendomelo, al fin parece que, una simple analítica completa y un interrogatorio médico que ni la CIA, ha dado con lo que me ha traido de cabeza tantos meses. Y con una simple pastillita cada día se soluciona el problema. Así. Sin más.

Conclusiones

La sanidad está muy mal, eso ya lo sabemos, pero la atención médica también. No digo yo que no haya gente que vaya al médico a pasar el día, que los hay, pero la mayoría vamos porque estamos enfermos, porque necesitamos ayuda. Una ayuda que, contrariamente a lo que se piensa, NO ES GRATIS porque la pagamos cada mes con la retención en nuestra nómina, en el caso de la pública, y con el recibo pertinente en el caso de la privada. Que mal lo está pasando el personal sanitario, pero también los hosteleros, y los bomberos, y el panadero de la esquina, y el transportista, y qué os voy a contar de los aparejadores, (todos ellos posibles pacientes y no los culpables de la situación sanitaria), y no por ello van tirandole a uno la baguette a la cara.

Un poco de respeto y empatía por el enfermo que, en este caso, debería ir ligado a la profesión. No somos clientes, somos pacientes, en todas las acepciones de la palabra.

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9 comentarios en “De oca en oca…

  1. Tal cual lo describes y la pena es que nos suene a más de uno. Además el dolor de cabeza es muy frustrante y no lo quieren entender. Lo único bueno del seguro privado es que te ahorras la espera… lo malo es que a veces ves cosas de juzgado de guardia como por ejemplo que, familiar del centro mediante, dejen entrar a las consultas y laboratorio de análisis con gente dentro, ojo, a la comercial de un banco para promocionar no se qué. Y yo ‘oiga, aqui hay gente enferma, esto no es un bar’… Que te mejores!

    1. Como se suele decir, en todas partes cuecen habas. Ningún sistema es perfecto, pero lo importante es encontrar personal competente que se dedique a cumplir con su trabajo, y no a cubrir el expediente.

      Gracias por pasarte por este rinconcito y dejar tu comentario. Siempre son bienvenidos.
      Saludos!

  2. Ay, qué razón tienes… Ya contaré yo en mi blog mi último encontronazo con la Seguridad Social. Es para escribirles un libro, de verdad. Me alegro de que al final, a pesar de las vicisitudes, hayas conseguido un remedio. Un besote!!!

  3. Jopé, al menos te lo tomas con buen humor… yo tengo un escrito de los primeros meses del cancer de mi madre, pero es tan triste y tétrico todo que no fui capaz de darle una pizca de humor y finalmente no lo publiqué, pero con decir que tengo requetedecidido que si alguna vez tengo un cáncer (toco madera) prefiero morirme tranquila en mi casa sin el suplicio-tortura-desprecio-dehumanidad-impotencia que se vive en esa situación en un hospital público…

    ah! espero que la pastilla diaria funcione!!

    1. Señorita Cold, cuanto tiempo!
      qué te voy a contar a tí que no hayas sufrido en tus carnes! Realmente te tratan como un mueble que no hace más que molestar, o una loca aprensiva, hasta el punto de plantearte si no tendrán razón.

      Afortunadamente, la pastilla ya está haciendo efecto, y empiezo a ser yo de nuevo, que falta me hacía a mí y a mi entorno.

      Últimemente no dejais de sorprenderme con vuestra faceta creativa, y lo buena que es. ¡Me encanta el pájaro burlón!

      Muchos besos, Martha, y gracias por pasarte un ratín a charlar.
      PD: la semana que viene tenemos unas cañas programadas. Te veo allí y te doy esos besos!

  4. Casi lloro con tú relato. Me ha pasado tal cual en cuanto a atención. Menos mal que con una pastillita solucionado.
    Me ha encantado la descripción de las paredes ¡el otro día puse atención y moría de ascazo!
    Un besote desmadroso

    1. Tú también llevas una racha divina, hermosa.
      Mira, las paredes me dan grima solo de recordarlas (por no hablar del sarpullido literal por ácaros que me salió mientras estuve allí)
      Ahora me lo tomo a broma, pero mis buenas lágrimas me ha costado este periplo.
      Amiga, mejórate!
      Besotes!!!

      1. Si por eso te digo que te entiendo….imagina mis lágrimas sumadas a la punción lumbar ¡y con esas paredes del mal! SALUD AMIGA porque con cañas virtuales la vida es mejor 😛

      2. De punta se me han puesto los pelos al leer «punción lumbar» Mucho ánimo, y deja algo para los demás, que tú ya llevas bastantes sustos.

Y tú, ¿qué opinas?